Siguiendo la ruta del nacimiento del Río Grande que nos ofrece uno de los senderos más majestuosos y mágicos de la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas, se encuentra el desvío hacía la senda de los Tejos Milenarios.

Como bien su nombre indica, Jaén alberga uno de los recorridos más emblemáticos de España, con tejos de mil años e incluso más. Árboles que si hablasen contarían miles de historias de todas las sociedades que han pasado por nuestra Andalucía, como las civilizaciones romanas o árabes.

El sendero comienza por la zona de umbría, donde hay uno de los ecosistemas mejores conservados de nuestra tierra con una diversidad de 2.300 plantas. Con una temperatura agradable, el viajero puede gozar de un paisaje de pinos salgareños y majuelos de más de ocho metros de altura. También está la fauna autóctona de la zona, que cuenta con 200 especies de animales, como cabras montesas o algún que otro ciervo. Ambos muy singulares de este hábitat.

Casi al final de la ruta, el total de los pinos se hace notablemente más denso y la senda es mucho más estrecha, aunque nada pesada. Es en este momento donde se encuentran los famosos tejos milenarios.

Es preciso estar atento durante la ruta. Uno de los ejemplares posee un singular tronco más robusto que el resto, y esto no es más que por una razón, es un tejo de más de 2.000 años. Considerado el más antiguo de toda Europa, año tras año atrae a una gran cantidad de visitantes que buscan conectar con el árbol con más años de historia.

Y no es para menos, puesto que ha conocido de cerca a romanos, visigodos, árabes, el descubrimiento de América, dos guerras mundiales, una guerra civil. Y ahora, contempla tranquilo el siglo XXI.

El tejo (taxus baccata) es uno de los árboles más longevos del planeta. Suelen alcanzar los 750 años de media, aunque donde crezcan y las condiciones en las que se encuentren pueden durar mucho tiempo más. Con grandes troncos imponentes alcanzan hasta los 20 metros de altura. Siempre con un color verde vívido y ramas en horizontal con hojas finas e incisivas, decorado con unas flores pequeñas y blancas. De este modo, es imposible no pararse a observar su gran belleza.

Sin embargo, hay que tener cuidado, puesto que el tejo posee una característica manera de defenderse de posibles presas: su veneno. Esta toxicidad se halla en casi toda su totalidad: hojas, ramas, flores y semillas. Esta peculiaridad tan peligrosa se usaba antaño para curar picaduras de víboras, entre otras lociones y medicinas naturales. No obstante, su fruto no es ponzoñoso, aunque es importante recordar que se debe quitar la semilla antes de su consumición.

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