Los vikingos eran conocidos como una de las civilizaciones más peligrosas y rudas de la Edad Media, y más limpia (aunque no lo pueda parecer). Se convirtieron en grandes navegantes gracias la construcción de barcos que conquistaron el mundo entero.

Una de las primeras invasiones del pueblo nórdico sería el Reino de Wessex. Al principio solo les preocuparía el oro y las joyas, los tesoros, irían asediando cada pueblo o ciudad en busca de algo valioso que poder llevarse de vuelta. No sería hasta un poco más tarde hasta que amplia la mira de sus expediciones, pasan entonces a querer tierras y, con el tiempo, mayores conquistas.

Los nórdicos han recorrido casi todos los lugares del planeta, desde Rusia hasta América Latina, donde cuentan que llegaron, no vieron nada de su agrado y se marcharon. Así, también contamos con grandes historias de su civilización en nuestro país.

Aunque su estancia aquí no es de las más recordadas por los historiadores, sí que serían intensas. Raramente se aventuraban más allá de tierras francesas, aunque en alguna ocasiones llegaron a avanzar por el Mediterráneo y, en consecuencia, por España en los siglos IX, X y XI.

Los ataques en la península no irían más lejos de saqueos para conseguir esclavos, mujeres y valiosos botines. En pocas ocasiones se llegó a un verdadero asentamiento como tal.

El primer asalto nórdico tuvo lugar en el año 844 d.C., en el litoral norte de la península. Después prosiguieron hacía el sur por Lisboa y Cádiz, hasta llegar a Algeciras. Aquí, la flota vikinga, con aquellos barcos con cabezas de dragones y dioses nórdicos, remontó por el Guadalquivir hasta Córdoba. Por aquellos entonces, la provincia cordobesa era la capital de Al-Ándalus, donde los vikingos tenían como objetivo conseguir el mayor botín de la contienda.

Después partirían hasta Sevilla, donde tomarían la ciudad en tan solo 7 días. Aunque serían aniquilados por el ejército de Abderramán II. Esto supuso un descanso de contiendas vikingas en tierras hispanas durante los próximos quince años.

Sin embargo, esto solo sería una pequeña prueba del pueblo vikingo, ya que hasta el año 859 no llegaría el verdadero gran ataque al país. Bajo el mando de uno de los líderes vikingos más conocidos de la historia, hijo del famoso vikingo Ragnar Lodbrok, Björn Ragnarsson o ‘Costado de Hierro’, se presentaba ante el pueblo hispano.

En esta campaña arrasaron por la costa sur hasta Baleares. La ventaja en batalla les empujó a remontar por el río Ebro hasta Pamplona, donde secuestraron al rey García Íñiguez. Con este secuestro consiguieron uno de los rescates en oro y tesoros más grande nunca antes conseguido.

Después de esta incursión, el pueblo nórdico regresó en varias ocasiones más hasta su expulsión por completo de la mano de la unificación de las taifas. Las expediciones darían lugar al asentamiento de los normandos, descendientes de los vikingos, en el norte de Francia y alrededor de la costa mediterránea. De este modo, es innegable que aquellas expediciones nórdicas supusieron un antes y un después en el país, moldeando el destino de los hispanos por completo. También supuso la construcción de grandes murallas para impedir los asedios, como la de la catedral de Santiago de Compostela; una de las ciudades más perjudicadas.

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